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En la Iglesia y el convento de San Jorge las banderas egipcia y griega ondean juntas. Un llamativo cartel anuncia que la institución recibe ayuda financiera de una organización denominada Hellenic Aid. Después de 2.300 años, los lazos entre Grecia y Egipto tendidos por Alejandro Magno no habían desaparecido tras siglos de revoluciones históricas, culturales y religiosas. El edificio del convento es de sólida piedra y aspecto austero en el que destacan ciertos detalles un tanto llamativos, como una balconada que sobresale de un amplio arco cerrado por lo que parece un iconostasio de piedra. Unas relucientes escalinatas conducen hasta la iglesia ortodoxa, de forma circular y coronada por una gran bóveda rematada por una cruz que reafirma su identidad cristiana en el mar de minaretes que la rodean. El interior, forrado de mármoles, no reviste demasiado interés aparte de su inusual forma circular.
También aquí hay más animación fuera de la iglesia que dentro. Rodeada de un agradable espacio con árboles y bancos y aislada del tráfago circulatorio de la metrópoli, ha trascendido su papel de receptáculo de ceremonias religiosas para convertirse en punto de encuentro social. En este sentido, no se diferencia mucho de las mezquitas, donde la gente acude tanto para relacionarse como para atender a la oración del viernes.

En el ajetreado interior, popes y fieles se mezclan tras el servicio que acaba de concluir, grupos

Murales y paneles de madera cubren los muros y las velas parpadean en el extremo oriental de la iglesia, donde los altares están dedicados a San Jorge, la Virgen María y San Juan Bautista. Una pequeña puerta de madera de pino finamente trabajada en la nave sur lleva a una pequeña capilla y un baptisterio de granito rojo, la parte más antigua de la iglesia. Una pintura de la Virgen cerca de la entrada te observa caminar, sus ojos siempre siguiendo a sus fieles devotos.

Paso un par de horas recorriendo las calles empedradas, flanqueadas por los muros de iglesias y conventos. Algunos callejones han sido tomados por vendedores de estampas de santos y beatos, que con sus hábitos negros y sus austeras miradas, no inspiran sentimiento bondadoso alguno. A su lado cuelgan láminas con reproducciones kitsch de motivos milenarios, como la Virgen y el Niño o el Cristo Redentor.

Un amplio patio precede a un edificio en el que se custodia una considerable colección de piezas de enorme valor que atestiguan la historia del cristianismo egipcio, uno de los más antiguos del mundo.
La importancia de Egipto en el desarrollo del cristianismo a menudo se infravalora -cuando no se

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios,…”) fue compuesto por religiosos egipcios. El Nuevo Testamento en su forma canónica fue por primera vez compilado en Egipto. Lejos de ser una filial exótica y aislada, Egipto fue una incubadora primero, y un pilar luego, de la Iglesia Cristiana.
Aunque Egipto sería posteriormente tierra musulmana, una fuerte minoría cristiana ha pervivido hasta hoy y forma parte integral de la vida egipcia. La tradición y experiencia coptas forman parte de las bases de la conciencia nacional. Las palabras “copto” y “Egipto” provienen ambas del antiguo Hikaptah (“Casa del Espíritu de Ptah”) egipcio a través del griego Aigyptos. Durante los primeros siglos del Islam, los árabes se referían a Egipto como Dar al-Qibt, “la morada de los coptos”.


Las élites podían encontrar consuelo en las religiones mistéricas que proliferaron durante la Antigüedad tardía: los cultos a Isis, Mitra y otros, presentes no sólo en Egipto, sino en todo el Imperio. El atractivo de estas religiones era que afirmaban revelar el significado oculto que yacía tras las cambiantes apariencias de la vida. Aquellos con educación también tenían a su alcance el Neoplatonismo, que floreció en Alejandría, con su mezcla de filosofía, misticismo e incluso magia. A través de la magia uno podía vivir la ilusión de tener el control, doctrina que un filósofo neoplatónico expresó como “Yo no voy a los dioses. Los dioses vienen a mí”.

Otro fenómeno religioso, el Gnosticismo, ofrecía una experiencia directa de Dios a través del conocimiento (gnosis) de Él. De acuerdo con los gnósticos, el yo humano era una chispa del mundo espiritual atrapado en un cuerpo material que podía ser trascendido. El descubrimiento de una biblioteca gnóstica del siglo IV en Nag Hammadi en 1945, un hallazgo de la importancia de los manuscritos del Mar Muerto de Palestina, ha proporcionado un nuevo punto de vista no sólo del gnosticismo sino también del cristianismo primitivo.
El Maniqueísmo, una religión procedente del Imperio Persa, llegó a Egipto antes del final del siglo


A medida que los impuestos, las exigencias oficiales y la conscripción se hicieron más y más opresivos, un creciente número de egipcios dejaba sus hogares y aldeas para encontrar refugio en las incontables tumbas y cavernas que horadaban las colinas del valle del Nilo. Huir de las vicisitudes de este mundo estaba sólo a un paso de contemplar los beneficios del siguiente. Esta fue la génesis del movimiento anacoreta, una de las muchas contribuciones que Egipto hizo al desarrollo del cristianismo.
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