Durante un tiempo, los ambiciosos planes de Disney pendieron de un hilo. En la compañía estaban desconcertados sin el que había sido su líder y motor creativo durante cuarenta años. Faltos del entusiasmo de Walt, los ejecutivos de la empresa y su hermano Roy -que siempre había estado a cargo del aspecto comercial y financiero del imperio- se resistían a dar el visto bueno a WDW. Fue la insistencia del equipo creativo, afirmando que entre ellos había gente con enorme talento que había trabajado muchos años con Disney y que comprendían su modo de pensar, lo que finalmente, en 1967, persuadió a Roy Disney para seguir adelante con Walt Disney World.
La primera fase del proyecto comprendería una versión aumentada del Magic Kingdom de Disneyland, así como dos hoteles, el Contemporary Resort y el Polynesian. Las obras dieron comienzo en abril de 1969 y el desafío que tenían por delante era enorme, tan grande como una operación militar: el mayor proyecto de construcción privado de Estados Unidos. De hecho, se escogió a dos militares idóneos para la tarea por su experiencia en construcción: el almirante de la Armada, Joe Potter, que había supervisado el funcionamiento del canal de Panamá y el de la Feria Mundial de 1964; y el almirante Joe Fowler, que había construido Disneyland para Walt una década antes.
El primer problema fue transformar cientos de hectáreas de tierras cenagosas en suaves colinas y limpias vías fluviales. Para ello empezaron excavando un elaborado sistema de canales de 64 km de longitud con el fin de dragar Bay Lake. Limpiaron así 160 hectáreas de fango, carrizo, hierbas de pantano y raíces podridas. Tras dieciocho meses moviendo más de 6 millones de metros cúbicos de tierra, los constructores ya estaban preparados para echar el hormigón. Pero esa obra que acometieron a continuación no era para ninguna de las famosas estructuras de referencia que caracterizan visualmente al parque. Todo lo contrario. Iba destinada a algo que ningún visitante debería ver jamás....
En los comienzos de Disneyland, Walt vio una vez a un vaquero de Frontierlan
d paseando por Tomorrowland, lo que destruía totalmente la atmósfera futurista y de ciencia ficción de la segunda. Para evitar esas incongruencias, los ingenieros de Walt Disney World diseñaron lo que llamaron "utilidors": una red de túneles para el mantenimiento del parque. Como el nivel freático de Florida está a sólo 60 cm de la superficie, los ingenieros construyeron los utilidors sobre la tierra en vez de por debajo. Están a ras del suelo, por lo que el parque temático propiamente dicho fue construido encima de ellos. El Magic Kingdom, pues, se encuentra a 4.5 metros de altura de donde estaba el suelo originalmente. 
Su volumen interior de 66.000 m3 está ocupado por una atracción que guía a los visitantes a través de la historia de las telecomunicaciones. Su superficie exterior es de 13.800 m2 y se halla dividida en 11.000 facetas triangulares elaboradas con una mezcla de polietileno y aluminio. Los espacios entre paneles miden 2,5 cm, lo que les permite expandirse y contraerse de acuerdo con las temperaturas a menudo calurosas de Florida. Evitan además que cuando llueve la esfera se convierta en una catarata, porque el agua fluye entre los paneles hasta un sistema de alcantarillas que desagua en la laguna World Showcase. La esbelta esfera apoya en seis pilones, cada uno de los cuales penetra en la tierra hasta una profundidad de entre 36 y 56 metros.
Pero la esfera no

agota ni mucho menos los tesoros de EPCOT. Conectando este parque con Magic Kingdom, está el medio de transporte más futurista de Disney: el monorraíl. Resulta curioso que aunque este tren elevado fuera originalmente inventado en la última década del siglo XIX en Inglaterra, la gente lo siga identificando con el futuro. Es a los diseñadores de Disney a los que se debe atribuir el genio de dar con un diseño futurista similar al de un avión, modelarlo con fibra de vidrio y utilizar la electricidad para convertirlo en un transporte silencioso, cómodo y estéticamente bello. Parte de su recorrido atraviesa directamente el vestíbulo del Hotel Contemporary, pero el monorraíl entra y sale tan silenciosamente que los huéspedes no se dan ni cuenta, algo imposible de hacer con una máquina diésel convencional.

Puede que esta especie de tren de juguete sea uno de los más caros del mundo -costó un millón de dólares por kilómetro para los 22 km de la red, y eso en la década de los setenta- pero sin duda ha sido uno de los más utilizados del mundo: desde su inauguración ha transportado a más de ¡1.000 millones de pasajeros! Han pasado treinta años desde su inauguración, pero la visión del monorrail deslizándose elegantemente con la esfera de la Spaceship Earth de fondo continúa pareciendo sacada de un futuro utópico.

Y cada noche, 365 días al año, los tres parques principales de Walt Disney World regalan a sus visitantes un fantástico espectáculo de fuegos artíficiales. En el caso de Epcot, se lanzan cada noche 1.100 cartuchos desde 750 morteros y 56 módulos de disparo situados en 34 emplazamientos alrededor de la laguna. En lugar de pólvora, se utiliza aire comprimido, lo que permite a los técnicos afinar la potencia y, por tanto, la altura que alcanzará el cartucho. Su detonación está controlada por un chip pegado al cuerpo del cohete.
Pero aunque con su gasto anual de un millón de cartuchos Walt Disney World es e

l mayor consumidor de pirotecnia del mundo, los fuegos artificiales son sólo parte del show: veintiséis ordenadores sincronizan lasers, música, hologramas, chorros de fuego y agua -se bombean 60.000 litros por minuto desde barcazas situadas en la laguna en forma de columnas que bailan y saltan a más de doce metros de altura- y un globo terráqueo de 158 kg que gira por la laguna central del parque. También aquí se ha utilizado tecnología de última generación para crear un maravilloso deleite para los sentidos.

Hay quien nunca pisará Walt Disney World argumentando que es una trampa consumista basada en la creación de una ilusión buenista y engañosa; que se trata de la fachada de una megacompañía que hoy se apoya no tanto en la creación de sueños cinematográficos como en la venta agresiva de merchandising. Siendo esto cierto, sería injusto despreciar el derroche de ingenio, talento, pericia y capacidad que no sólo crearon esta maravilla tecnológica de 121 km2, sino que la hacen funcionar a la perfección cada día.
Lo que duran

te milenios fuera un pantano infestado de mosquitos, hoy es el parque temático más grande del mundo, el sueño de un hombre que dedicó su vida a ampliar los límites de la tecnología para entretener a los demás. Disney no sólo repitió con éxito la misma fórmula en sus "sucursales" de Tokio y París, sino que ha servido de modelo para innumerables parques de atracciones, zoológicos, acuarios y parques temáticos diversos de todo el mundo.
Hace siglo y medio, en la era industrial, la inclusión del hierro, el acero y la aplicación

de la ingeniería cambiaron la arquitectura, convirtiendo a fábricas, estaciones de ferrocarril y puentes en sus estructuras emblemáticas. Los parques temáticos y su mezcla de arquitectura, avanzado diseño, tecnologías futuristas y sistemas de gestión de grandes masas, son el símbolo de la cultura contemporánea, dominada por el turismo y el ocio. Es en ese contexto en el que Walt Disney World ha de ser valorado, apreciado y, sobre todo, disfrutado.