El castillo de Gravensteen, se encuentra hoy en el centro de la villa histórica de Gante, en Bélgica, pero en 1180, cuando fue levantado para servir como fortaleza de los condes de Flandes, estaba en las afueras. El lugar no ofrecía ventajas topográficas naturales y el castillo estaba protegido por un ancho foso que, no obstante, resultó insuficiente a la hora de soportar dos asedios en el siglo XIV.
A pesar de ser una construcción militar imponente, con su poterna y su foso, el conjunto tiene algo de cuento, como casi todo en esta ciudad. Su aspecto actual, sin embargo, es obra de largos trabajos de restauración que, en buena medida, pueden hacer olvidar su dilatada y agitada historia. Efectivamente, el pueblo de Gante ha manifestado siempre su firme deseo de independencia. Su rebelión contra las autoridades españolas en 1539 trajo como consecuencia la dura respuesta del emperador Carlos V, quien a pesar de haber nacido en la ciudad, ejecutó sin dudarlo a los líderes y atrincheró a sus tropas a lo largo y ancho del lugar.
Por aquellas fechas, sin embargo, los condes de Flandes se habían trasladado y la fortaleza fue ocupada por los duques de Borgoña. De ahí en adelante, la historia de estos muros se vuelve menos violenta. Fue centro administrativo y sede de la corte de justicia, con lo que adquirió un cierto aspecto palaciego. En el siglo XIX se construyó a su alrededor un barrio obrero y parte del castillo se utilizó como fábrica. Tras varios desmantelamientos y reconstrucciones, en 1994 se terminó la última restauración que a decir de unos le ha devuelto su traza original.y según otros lo ha convertido en un castillo de fantasía.
Sea como fuere, la fortaleza es ahora uno de los principales monumentos que se pueden visitar en la ciudad. Protegido en uno de los flancos por las aguas del Leie, se edificó de acuerdo con el modelo de los que construyeron los cruzados en Siria y Tierra Santa, que Felipe de Alsacia conoció en la cruzada en que intervino. Tiene una apariencia inusual, mayormente debido a los torreones colgantes a lo largo de la muralla, proporcionando resguardo del fuego a los muros, lo cual puede haber derivado de la experiencia de las Cruzadas. Hay otras señales de cercanía con la práctica bizantina, pero no existe prototipo arquitectónico conocido.
El recorrido por su interior incluye la sala de los festines –con una colosal chimenea de piedra y una espada del tamaño de un hombre- y un curioso y completo museo de la tortura, pasando por las letrinas, que permiten conocer de qué manera tan primitiva se las tenían que apañar nuestros antepasados no hace tantos siglos atrás.
A pesar de ser una construcción militar imponente, con su poterna y su foso, el conjunto tiene algo de cuento, como casi todo en esta ciudad. Su aspecto actual, sin embargo, es obra de largos trabajos de restauración que, en buena medida, pueden hacer olvidar su dilatada y agitada historia. Efectivamente, el pueblo de Gante ha manifestado siempre su firme deseo de independencia. Su rebelión contra las autoridades españolas en 1539 trajo como consecuencia la dura respuesta del emperador Carlos V, quien a pesar de haber nacido en la ciudad, ejecutó sin dudarlo a los líderes y atrincheró a sus tropas a lo largo y ancho del lugar.
Por aquellas fechas, sin embargo, los condes de Flandes se habían trasladado y la fortaleza fue ocupada por los duques de Borgoña. De ahí en adelante, la historia de estos muros se vuelve menos violenta. Fue centro administrativo y sede de la corte de justicia, con lo que adquirió un cierto aspecto palaciego. En el siglo XIX se construyó a su alrededor un barrio obrero y parte del castillo se utilizó como fábrica. Tras varios desmantelamientos y reconstrucciones, en 1994 se terminó la última restauración que a decir de unos le ha devuelto su traza original.y según otros lo ha convertido en un castillo de fantasía.
Sea como fuere, la fortaleza es ahora uno de los principales monumentos que se pueden visitar en la ciudad. Protegido en uno de los flancos por las aguas del Leie, se edificó de acuerdo con el modelo de los que construyeron los cruzados en Siria y Tierra Santa, que Felipe de Alsacia conoció en la cruzada en que intervino. Tiene una apariencia inusual, mayormente debido a los torreones colgantes a lo largo de la muralla, proporcionando resguardo del fuego a los muros, lo cual puede haber derivado de la experiencia de las Cruzadas. Hay otras señales de cercanía con la práctica bizantina, pero no existe prototipo arquitectónico conocido.
El recorrido por su interior incluye la sala de los festines –con una colosal chimenea de piedra y una espada del tamaño de un hombre- y un curioso y completo museo de la tortura, pasando por las letrinas, que permiten conocer de qué manera tan primitiva se las tenían que apañar nuestros antepasados no hace tantos siglos atrás.
Los calabozos, la réplica de una guillotina o los instrumentos de tortura siempre excitan la morbosa curiosidad de la gente. Y es que hay quien dice que este es uno de los edificios más tenebrosos de Europa. Después del siglo XIV, los condes de Flandes no se sintieron cómodos en tan siniestro entorno, y la construcción se convirtió en una cárcel, el patio interior en lugar de ejecuciones y la cripta en cámara de tortura. El material expuesto en estas salas es el más visitado del castillo.
Fuera de sus muros también se practicaba la tortura y se realizaban ejecuciones. Gante podía alardear en la Edad Media de tener muchas instituciones autorizadas para “interrogar con dolor” y ejecutar a sospechosos. El puente que se encuentra al pie de Gravensteen recuerda el pasado sanguinario de Gante con su nombre: Ondhoffdingbrug (puente del Decapitado).
Lo único que ha quedado del edificio original está en la base de la torre principal. Por lo demás, el castillo luce hoy en día como un castillo del siglo XIII excepcionalmente bien conservado entre cuyos silenciosos muros aún se pueden sentir respirar los espíritus de otros tiempos.
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