El siglo XIX fue un periodo turbulento para Barcelona. Por un lado la ciudad disfrutó de un renacimiento gracias, en no poca medida, al monopolio del comercio textil entre España y Cuba, un monopolio que consolidó el sector industrial y propició una bonanza económica de la que carecía el resto del territorio. Por otro, un mal entendido progreso urbanístico que pasaba por arrasar todo lo antiguo, los incendios fortuitos y los saqueos y destrucciones deliberados, acabaron con algunos edificios religiosos. Pero también fue entonces, a finales de siglo, cuando esa pérdida fue compensada con el comienzo de un nuevo templo que no sólo se convertiría en símbolo de la ciudad, sino que se haría famoso en el mundo entero: la Sagrada Familia.
Josep Maria Bocabella era un librero barcelonés, miembro de la próspera burguesía que se había beneficiado del auge económico de la ciudad. Profundamente religioso, fundó la Asociación de Devotos de San José con el fin de recaudar fondos para un ambicioso proyecto: la construcción de una iglesia dedicada a la Sagrada Familia. El templo sería expiatorio, es decir, su financiación debía provenir de limosnas y donativos.
Las primeras colectas no fueron suficientes para adquirir un terreno próximo al centro antiguo de la ciudad, por lo que se compró una parcela de lo que entonces eran las afueras, el llamado Ensanche (Eixample), una zona entonces en expansión gracias a los planes urbanísticos trazados en 1859. El terreno costó 170.000 pesetas de la época (1.021 euros) y el día de San José de 1882 se colocó la primera piedra de la nueva iglesia.
La construcción empezó por la cripta siguiendo un plano neogótico inspirado en la basílica de Loreto, en Italia, bajo la dirección del arquitecto Francesc de Paula Villar. Pero en 1883, tras una serie de desacuerdos entre Villar y sus patronos, el encargo pasa a las manos de Antonio Gaudí. La carrera de este joven arquitecto no había tenido precisamente un comienzo brillante: se había licenciado en arquitectura en 1878 con la peor nota posible, un simple "aprobado". Sin embargo, el empresario Eusebi Güell se convirtió pronto en su cliente más importante y le encargó numerosos proyectos arquitectónicos que aumentaron su reconocimiento como arquitecto. Su carrera no tardó en despegar gracias a su presentación en los ambientes políticos y religiosos más influyentes de Barcelona. A los 31 años, cuando asumió el proyecto del templo, quizá tuviera ya conciencia de que aquel encargo se iba a convertir en la cúspide de su carrera aun cuando no lo viera completado. Cuando murió, en 1926, las obras distaban mucho de estar completadas. En él volcó toda su experiencia, innovaciones, técnicas y estilos que había ideado para otros edificios, desarrollando otras nuevas exclusivamente para el templo.
Lo primero que hizo fue desechar los planos de su antecesor y optar por una solución completamente innovadora. Así, el edificio sería una composición de elementos modernistas con formas constructivas naturalistas basadas en la espiritualidad personal del autor. Efectivamente, la arquitectura de Gaudí surgió dentro del contexto del Art Nouveau (estilo conocido como Modernismo en España), aunque su fuerte personalidad hace que su obra se aleje de las características típicas de esa corriente. En los edificios de Gaudí hay elementos que anticipan otros estilos contemporáneos, por ejemplo el expresionismo, por su utilización de los materiales. Su idea era la de una arquitectura “total”, extensa y a la vez individualista. El hecho de apartarse de la idea convencional de espacio interior y exterior, de descomponerlos y en su lugar introducir una estática nueva, ideada de forma inteligente, fue progresista; el hecho de utilizar para ello un grueso revestimiento de piedra en las construcciones de acero, no.
Porque lo que hizo Gaudí fue una interpretación personal de un estilo mucho más antiguo que el contemporáneo. La Sagrada Familia es esencialmente un edificio gótico con elementos árabes cuyos principios estructurales y simbólicos son llevados a un extremo hasta entonces inédito. Por ejemplo, el principio arquitectónico de fuerzas en equilibrio: Gaudí eliminó los contrafuertes exteriores y los sustituyó por los propios pilares interiores que, gracias a su inclinación cuidadosamente meditada, pueden absorber la carga de los arcos parabólicos. Para probar el sistema construyó una serie de maquetas del interior hechas de alambre, sacos de arena y tela y revestidas de yeso. Las colgó del revés y cuando el yeso se secó quedó perfectamente impresa la distribución correcta de las fuerzas. Ya tenía el diseño: la forma resultante del mismo fue la "catenaria", (del latín catena, "cadena"), nombre técnico de la línea que define este arco estructural.
Una de las características más sorprendentes de la arquitectura de Gaudí es su extraordinaria capacidad de invención formal. Formas y volúmenes en apariencia caprichosos y fortuitos están extraídos de un profundo razonamiento estructural y una precisa base geométrica de proporciones ocultas basadas en el número 12 y sus divisores: en los 12 campanarios de los Apóstoles, en los poliedros regulares de los pináculos, en las doce puntas de la futura estrella del cimborrio de la Virgen María… y en todas las proporciones que rigen la geometría de este espacio aparecen los ratios 4/1, 3/1, 2/1, 3/2, 4/3. Por ejemplo, la cruz de la planta mide 90 m de largo por 60 m de cuadro (90x60=3/2). Todo perfectamente proporcionado.
La severidad de líneas propia del gótico queda suavizada por la introducción de formas inspiradas en la naturaleza. Gaudí afirmaba que “la línea recta es la línea del hombre y la curva la de Dios”. Así, aunque el templo tiene una planta de cruz latina, la forma circular es la que más llama la atención al visitante. Los pilares y las columnas se asemejan a árboles con ramas y están decorados con hojas, flores, insectos y todo tipo de formas orgánicas de piedra que soportan la bóveda, formada por una profusa red geométrica de formas que parecen estrellas. Para la construcción de los doce campanarios proyectados, uno para cada apóstol, el arquitecto se decidió por formas redondas y remates protuberantes y muy elaborados. El simbolismo religioso del color también se tuvo muy en cuenta; el Pórtico de la Esperanza, por ejemplo, resplandecería en tonos verdes, color muy vinculado a la naturaleza. El edificio, además, debía servir como cámara de resonancia de los cánticos y las plegarias, por lo que se reservó un amplio espacio a tal efecto: las tribunas tienen capacidad para acoger un total de 1.500 voces y cinco órganos se encargarían de acompañar apropiadamente los cánticos.
Todo el simbolismo, ya sea estructural o decorativo, responde a un profundo sentimiento de exaltación religiosa. Aunque para algunos no está clara la ortodoxia de Gaudí, ello no detuvo a la Iglesia Católica, que en el año 2000 inició el proceso para beatificarlo. Lo que sí es evidente es que su diseño expresaba deliberadamente el triunfo de la Iglesia sobre las contradicciones y los cambios del mundo moderno. El templo, que apunta al cielo, recuerda a una montaña y muchas veces se le ha comparado con Montserrat, una formación rocosa cercana a Barcelona donde hay un importante santuario religioso. La fachada este, orientada a levante, al nacimiento diario del Sol, representa la Natividad, y la fachada oeste, orientada a poniente, está dedicada a la Gloria. La parte más alta de la Sagrada Familia será un gran cupulino o cúpula que alcanzará los 170 m de altura. A su alrededor, otras 4 agujas de 130 m de altura, ninguna construida todavía, representarán a los 4 evangelistas y una quinta aguja de 140 m, situada sobre el ábside de la iglesia, a la Virgen María. El diseño vertical se completa con 4 torres que coronan cada una de las 3 fachadas. Estas doce torres, que representan a los 12 apóstoles, tienen, o tendrán, unos 100 m de altura. Por el momento, se han terminado 8.
El templo demostró ser demasiado para un solo arquitecto. Gaudí preparó los planos del proyecto alrededor de 1890. En 1892 se empezó la construcción de la fachada de la Natividad, la única que se terminó bajo su supervisión. A partir de 1918 se dedicó en exclusiva a la Sagrada Familia, estableciendo su hogar y su estudio en el interior del edificio. No obstante, las obras siempre avanzaron con extrema lentitud. Por un lado, los medios financieros siempre fueron muy escasos. Durante la Primera Guerra Mundial, el propio Gaudí hubo de emplear buena parte de su tiempo en tratar de recaudar dinero. Por otro, el mismo Gaudí, con su personal visión y desbordante creatividad, era causa de continuos retrasos e incluso paralización de los trabajos. Con frecuencia mandaba reconstruir y modificar partes enteras del edificio hasta que le parecían perfectas y coincidían plenamente con sus ideas y concepciones.
Pero el 10 de junio de 1926, cuando contaba 74 años, falleció a resultas del atropello de un tranvía. Fue enterrado en la cripta de la iglesia. Por encima de él quedó un templo a medio terminar. Su concepción tan especial de la arquitectura y la complejidad de los diseños que dejó complicaron sobremanera la labor de sus sucesores. Había completado los planos detallados de la fachada de la Pasión y las naves, así como el programa simbólico e iconográfico de toda la iglesia. Las principales fuentes de referencia que quedaron fueron maquetas a escala 1:10 y 1:25, pero se destruyeron en 1936, cuando la Sagrada Familia fue saqueada durante la guerra civil española. Entre 1936 y 1952, se suspendieron las obras; cuando se reanudaron, bajo la dirección de diversos arquitectos (desde 1985, Jordi Bonet i Armengol y su equipo técnico), fue con la intención de seguir lo más fielmente posible los planos de Gaudí, pero incorporando nuevas tecnologías y materiales como el hormigón.
Muchas voces se han alzado en contra de la continuación de las obras de la Sagrada Familia y la validez del proyecto se cuestiona regularmente, tanto en términos religiosos (¿qué sentido tiene una iglesia monumental en el mundo moderno?) como estéticos (¿es correcto continuar el estilo extremadamente personal de Gaudí o deberían incorporarse nuevos lenguajes artísticos?). Actualmente, las obras pasan por fases de mayor o menor actividad, pues sus patrocinadores desean respetar su espíritu original de templo expiatorio: la financiación exclusiva a través de donativos y aportaciones personales. En 1976, se completó la fachada de la Pasión con sus cuatro torres, y desde 1986 el escultor Josep M.Subirachs ha trabajado en su decoración esculpida. En 2002, se construyeron las naves, que ya están parcialmente cubiertas. Y aunque todavía no se ha establecido ninguna fecha de terminación definitiva, en 2010 fue consagrada al culto religioso por el papa Benedicto XVI.
Gaudí estimó que la construcción del templo llevaría 200 años. Cuando le preguntaban al respecto, el arquitecto respondía sonriendo: “Mi cliente no tiene prisa”. Ningún arquitecto desde la Edad Media había intentado construir un edificio religioso de tal magnitud. Gaudí comprendió que para crear una iglesia que superara los logros de los maestros góticos tenía que respetar el proceso medieval. Cuando se finalice (¿quizá en 2025?), la cúpula principal tendrá una altura de 170 m. Las doce torres "apostólicas" se levantarán 115 m... Llevará tiempo, dinero y discusiones, pero al final, la Sagrada Familia será el templo religioso más grande y alto del mundo.
domingo, 4 de marzo de 2012
La Sagrada Familia: La expiación convertida en Arte
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario