span.fullpost {display:none;} span.fullpost {display:inline;} DE VIAJES, TESOROS Y AVENTURAS: Templos neolíticos de Malta: Laboratorios de religión

sábado, 19 de junio de 2010

Templos neolíticos de Malta: Laboratorios de religión


Malta es una isla pequeña, un punto en el Mediterráneo al que pocas veces se presta atención. Sin embargo, la antigüedad de su historia es inversamente proporcional a su tamaño, porque los primeros vestigios humanos en Malta datan de hace siete mil años.

Durante los primeros mil años de historia humana en Malta, del 5.000 al 4.000 antes de Cristo, las primeras comunidades neolíticas no se diferenciaban demasiado de las que podían encontrarse en muchas otras partes del Mediterráneo: fabricaban herramientas de piedra, elaboraban piezas sencillas de cerámica, practicaban una agricultura y ganadería sencillas y vivían agrupados en pequeñas aldeas de cabañas construidas con barro y ramas. Fueron también los primeros en comenzar el proceso de deforestación de la isla.

Pero entonces, alrededor del 4.000 a.C., se produce un cambio. No se sabe si fue debido a que nuevos inmigrantes aportaron técnicas novedosas o bien se produjo algún tipo de evolución cultural, pero el caso es que se abrió una etapa de construcción que culminó en el levantamiento de numerosos templos entre el 3.600 y el 3.300 a.C. hasta culminar en el complejo de Tarxien hacia el 2.500 a.C. Los isleños se sumergieron en un mundo aislado de su Sicilia original y como si de un laboratorio de la cultura y la religión se tratara, el archipiélago maltés se convirtió en la patria de los monumentos de piedra más antiguos del mundo, de un complejo ritual fúnebre que involucraba cementerios subterráneos y un repertorio notable de formas artísticas, desde los motivos espirales abstractos, la representación de animales, el diseño y la decoración de cerámica o la reproducción de la propia figura humana.

Un autobús en la puerta monumental de La Valleta cubre el corto trayecto hasta la población de Paola. Aquí se esconden dos de los más importantes yacimientos arqueológicos de Malta. Tarxién, es uno de ellos, emplazado en un solar rodeado por un muro sin indicaciones ni avisos. Se trata de unas estructuras megalíticas descubiertas en 1914 y que están datadas en algún punto entre 3.600 y 2.500 a.C. No es fácil, a simple vista, adivinar que los bloques pétreos de hasta tres metros de altura en realidad trazan el perímetro de cuatro templos unidos entre sí por un estrecho pasillo, aunque ignoro si éste último es tan sólo un recurso turístico para poder visitar el complejo.

Es un lugar tranquilo siempre que uno tenga la fortuna de que no se halle presente algún vociferante grupo de turistas apiñándose entre los estrechos corredores del conjunto. Tuve suerte y después de deambular por entre el pequeño laberinto delimitado por los grandes bloques de piedra, algunas de ellas con restos de lo que debió ser una llamativa decoración a base de pequeños orificios o espirales, llegó la marabunta.

En cuanto detecté la llegada de amenazantes grupos de españoles, alemanes y franceses liderados por agresivos guías, salí de entre las piedras y me refugié junto a un cercano muro de piedra a la sombra de un generoso tamarisco. Traté de buscar algo en mi guía acerca de aquel lugar. Teniendo en cuenta la importancia del yacimiento, resulta lamentable que no exista la posibilidad de unirse in situ a una visita guiada que permita arrojar algo de luz sobre el lugar para los que somos profanos en las Edades Oscuras de la Historia. Tampoco entregan en la entrada ningún folleto con unas mínimas explicaciones y tan sólo unos tristes y lacónicos paneles regalan un par de pinceladas tan someras como poco clarificadoras. Para estar clasificado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, el sitio se ve algo abandonado. Y es que resulta muy difícil hacerse una idea medianamente sólida acerca del propósito, el modo de uso y la forma original de aquella primitiva construcción. Consuela algo el hecho de que ni siquiera los especialistas han conseguido dar respuesta a las preguntas que yo mismo me hacía.

Los templos megalíticos de Malta son las estructuras levantadas por el hombre más antiguas que se conservan: mil años antes de la construcción de la Gran Pirámide de Keops en Egipto, la gente de Malta ya estaba manipulando megalitos de decenas de toneladas y levantando elaborados edificios que parecen estar orientados de acuerdo con el amanecer del solsticio de invierno. Hoy día se conservan los restos de una docena de estas estructuras religiosas, algunas de ellas asombrosamente bien preservadas teniendo en cuenta su edad.

Fuera cual fuese su origen, el Pueblo de los Templos parece que fue adorador de una deidad relacionada con la fertilidad. Los arqueólogos han encontrado muchas figuras y estatuas femeninas de tamaño variable (desde 10 cm hasta 1,5 m metros) y anchas caderas que han sido interpretadas como diosas de la fertilidad. Pero el propósito exacto de estas misteriosas estructuras permanece oculto y sujeto a debate. Todos tienen ciertas características comunes: su emplazamiento en una ladera orientada al sudeste, la cercanía de cuevas, un manantial y tierras fértiles, una planta arquitectónica en forma de trébol con tres o cinco cámaras ovaladas abiertas a partir del eje central, construcción megalítica con bloques de piedra de hasta veinte toneladas de peso y agujeros y oquedades perforados en las piedras, quizá para sostener puertas de madera o cortinas. Las excavaciones realizadas en la mayoría de los templos han encontrado piedras esféricas, parecidas a balas de cañón que se ha sugerido podrían servir como rodamientos para arrastrar las enormes piedras hasta su emplazamiento. En Tarxién se pueden contemplar algunas de ellas esparcidas por el suelo.

La culminación de la cultura de los templos de Malta es Tarxién, abandonado alrededor del 2.500 a.C. y utilizado posteriormente por un pueblo perteneciente a la Edad del Bronce. Los nuevos usuarios incineraban a sus muertos y usaron el templo como cementerio. Fueron estos “nuevos inquilinos” los que sustituyeron las grandes piedras originales por bloques tallados con gran pericia y de tamaños más manejables. Las superficies al este del templo contienen una serie de grabados en bajorrelieve, imitaciones vagas y decorativas que pueden indicar vegetación o, tal vez, cuernos. Dichos motivos decorativos pueden contener un significado simbólico, pero difícil de comprender.

A un par de manzanas de distancia se halla el segundo tesoro arqueológico de Malta, uno de los lugares más interesantes y bellos de la isla, el Hipogeo. Se trata de una fantástica necrópolis subterránea descubierta durante unos trabajos de construcción en 1902. Es un ejemplo fino de lo que podríamos llamar “arquitectura inversa”, es decir, no se construye, sino que se talla laboriosamente en la piedra. El monumento incluso se embelleció con réplicas talladas de fachadas de templos y otros rasgos arquitectónicos. Con sus niveles inferiores, que alcanzan más de doce metros de profundidad, este laberinto subterráneo de pasillos, vestíbulos y cámaras, estaba esculpido sin usar instrumentos de metal.

Al igual que sucede con Tarxién, es poco lo que se sabe con certeza sobre este lugar. Se estima que fue excavado entre el 3.600 y el 3.000 a.C. Aquí tuvieron lugar también ritos y sacrificios relacionados con la fertilidad. Parece que los cultos estaban vinculados a la creencia de que las fuerzas de la vida y el crecimiento surgen de la tierra, la cuna de la abundancia. Así, los templos subterráneos tenían un contacto más estrecho con esas fuerzas emanadas de la Madre Tierra. Los ritos estaban también conectados con el ciclo de las estaciones y el renacimiento primaveral. Se han encontrado figuras votivas de “sacerdotisas durmientes” por lo que se cree que eran las mujeres las que llevaban a cabo tareas de oráculo mientras se sumían en un trance. A los arqueólogos les ha despistado el hallazgo de esqueletos, puesto que el de cementerio no pareció ser la función principal de este lugar, si bien es cierto que aquí se vinieron realizando ritos durante dos mil años por lo que cabe suponer que en algún momento sirvió de cámara mortuoria.

Los requisitos para visitar el Hipogeo son muy estrictos. Ello es debido a que el dióxido de carbono exhalado por la continua e interminable afluencia de visitantes acabó por atacar las delicadas paredes de arenisca. Estuvo cerrado al público durante bastantes años, hasta que sólo recientemente se decidió reanudar las visitas. Sin embargo, la política de grupos reducidos en recorridos guiados a horas prefijadas ha generado una considerable lista de espera monopolizada por los tour operadores, así que es necesario realizar una reserva con bastante antelación. De otro modo, será imposible entrar en el recinto.

Dos días después, tomo el ferry que en sólo 25 minutos salva la distancia entre Malta y la isla de Gozo. Ésta guarda algunas diferencias con su hermana mayor: tiene un tercio de la superficie de aquella (14 kilómetros de longitud y 7 de anchura) y menos del 10% de su población (26.000 habitantes). La agricultura y la pesca continúan siendo las principales actividades de los habitantes de Gozo; la tierra es más fértil y verde gracias a la arcilla de sus suelos; y también tiene su propio templo megalítico: Ggantija, el mayor de Malta, localizado en el noreste de la isla, en una meseta rocosa de las cercanías del adormilado pueblo de Xahra.

Los grandes bloques de piedra caliza de los dos templos que forman el complejo (cuyo nombre significa “propiedad de los gigantes”) se funden con el suelo amarillento. El conjunto se extiende a lo largo de cuarenta metros y aunque sus paredes alcanzan hoy una altura de seis metros, se cree que llegaron a medir dieciséis. No sólo es el templo neolítico más grande, se cree que también es el más antiguo, construido probablemente entre 3.600 y 3.000 a.C. Teniendo en cuenta que se trata de las estructuras verticales construidas por el hombre más antiguas del mundo, no parece despertar mucho interés: un grupo de escolares, otro de boy scouts, un par de familias maltesas y un turista alemán. Si me añado a la lista, el total de extranjeros era dos.

Aquí sí se pueden encontrar un par de carteles explicativos algo disipados por el implacable sol mediterráneo. En ellos se podía ver un plano de la planta del complejo. Su forma de trébol, modificada por la adición de pares de ábsides laterales, se relaciona a menudo con los pechos colgantes y las anchas caderas de una mujer fértil, dando argumentos a la teoría de que los templos eran centros de un culto a la fertilidad.

Los megalitos son enormes. El más grande de ellos pesa 57 toneladas y varios de ellos llegan a 45. El esfuerzo de muchos hombres necesario para manipular y trasladar estos bloques, acabó evaporándose, siendo sustituido por una leyenda protagonizada por gigantes: en un solo día, la giganta mítica Sansuna, transportó las colosales piedras sobre su cabeza desde Ta´Cenc, cerca de Sannat, en la costa sur de Gozo, mientras acunaba a su hijo en sus brazos.

Leyendas aparte, el tamaño de los templos indica que había un grupo social capaz de controlar los recursos económicos. Este grupo de elite eran los sacerdotes. Los mismos templos son un testimonio de la especialización de actividades que existía ya en tan tempranas épocas: arquitectos, albañiles, canteros y escultores. Los templos necesitaban para su construcción la inversión de muchas horas de trabajo. Pero es que luego había que mantenerlos y modificarlos por no hablar de sostener a una clase sacerdotal, aportar ofrendas sacrificiales, etc...

Se ha llegado a contemplar la posibilidad de que fuentes ajenas a las islas contribuyeran a sostener la Cultura de los Templos. Quizá, de alguna manera, estos centros ceremoniales tenían algún poder de convocatoria sobre otras áreas insulares y atraían a peregrinos que acudían aquí con sus ofrendas. Otra teoría es que la falta de recursos naturales de los isleños se suplía con el comercio. De cualquier modo, los templos fueron construidos a lo largo de un extenso período de tiempo, por lo que quizá no fueran necesarios grandes equipos de construcción constantemente ocupados en aquéllos y sin poder realizar ningún tipo de actividad agrícola. Probablemente la tarea de mantenimiento recaía en las comunidades aldeanas y era una labor que se llevaba a cabo a lo largo de generaciones.



Al día siguiente me dirijo hacia la rocosa costa sur de la isla principal, a los templos mejor conservados y con mayor poder de evocación, Hagar Qim y Mnajdra. Hagar Qim (“piedras rectas) es el primer templo que se encuentra al entrar en el complejo. La fachada ha sido obviamente reconstruida pero transmite la idea de cómo debió ser este lugar. Los templos contaban con un tejado y las piedras probablemente estaban pulidas y mostraban diversas decoraciones, así que el aspecto original era muy diferente de lo que podemos contemplar hoy.

El templo consiste en una serie de seis cámaras ovales interconectadas a lo largo de un corredor central y sin una planificación regular. Se diferencia de los otros templos malteses en que aquí no existe una planta en forma de trébol. Diversos altares con bordes sobreelevados –probablemente para impedir que la sangre de los sacrificios goteara- ocupan puestos prominentes dentro de las cámaras, cada una con su propia entrada y unidas por un corredor.

Mnajdra está a 500 metros al oeste de Hagar Qim y aunque es más interesante, está en peor estado, o quizá habría que decir en un estado más auténtico si tenemos en cuenta los miles de años que han pasado desde su construcción. Son tres templos construidos uno junto al otro, cada uno con una planta en forma de trébol y diferentes orientaciones. Datan de entre el 3.600 y el 3.000 a.C, más antiguos que los de su vecino Hagar Qim. El propósito de los templos es desconocido aunque su ingeniosa alineación estelar sugiere que se usaban para observaciones astronómicas y ceremonias que señalaban solsticios y equinoccios: en el amanecer del solsticio de invierno, un rayo de sol ilumina uno de los altares interiores y durante el amanecer del solsticio de verano, otro rayo de sol penetra a través de una ventana para terminar sobre otro de los altares del templo.

Sus gruesas paredes de piedra caliza parecen engarzarse sin costuras. Sus columnas están decoradas con enigmáticas formas espirales talladas. Las excavaciones llevadas a cabo a mediados del siglo XIX añadieron al puzzle descubrimientos de altares sacrificiales y estatuas femeninas de cuerpo entero –incluyendo la Venus de Malta- consistentes, de nuevo, con una religión que rendía culto a la fertilidad.

La construcción de templos y tumbas indica que, en comparación con periodos anteriores, las islas habían desarrollado una jerarquía social más compleja así como avances en las técnicas agrícolas. Aunque los granjeros de la Cultura de los Templos cultivaban los mismos productos que en el Neolítico, hubo un cambio en el énfasis y la distribución de los mismos. Olivos y viñas cobraron mayor importancia. Los animales domésticos eran más o menos los mismos, pero el ganado vacuno perdió relevancia, posiblemente porque las mejores tierras se utilizaban para la agricultura en vez de para pastos. Las ovejas y las cabras podían obtener su alimento de tierras menos fértiles y además proporcionaban lana y pelo para la elaboración textil. Los recursos del mar fueron aprovechados más eficientemente. En general, todas estas mejoras desembocaron en un incremento de la población.

¿Por qué decayó entonces la Cultura de los Templos? Quizá la causa fue precisamente el aumento de población más allá de la capacidad que la agricultura local tenía para sostener aquél. También parece ser que el clima atravesó una etapa más seca, lo que pudo afectar a los cultivos. La escasez de comida podría haber llevado a un colapso de las relaciones sociales. Y eso fue todo. No parece que los avances de Malta hubieran encontrado eco más allá del propio archipiélago, quizá debido a que la afluencia de extranjeros era escasa.

El abandono de los templos de Tarxien se produjo alrededor del 2.300 a. C y el lugar fue ocupado por un pueblo probablemente llegado del tacón de Italia, poseedores de una cultura propia de la Edad del Bronce. Pocos vestigios de desarrollo cultural o población extensa se han hallado de ese periodo. En torno a 1.450 a.C, Malta fue invadida por otro grupo proveniente seguramente de Sicilia. Ambos grupos se fundieron y vivieron tiempos peligrosos a juzgar por los hallazgos de aldeas fortificadas en lo alto de promontorios. Los siglos que siguieron verían la llegada a la isla de todo tipo de civilizaciones y culturas, desde fenicios hasta árabes, pero desde el punto de vista cultural y tecnológico, ya no se igualó la Edad de los Templos, cuyos vestigios son un testamento duradero al genio constructor de los antiguos habitantes de Malta.

No hay comentarios: