span.fullpost {display:none;} span.fullpost {display:inline;} DE VIAJES, TESOROS Y AVENTURAS: Barrio copto de El Cairo: la fuente olvidada del cristianismo (2)

martes, 26 de julio de 2011

Barrio copto de El Cairo: la fuente olvidada del cristianismo (2)


(Continúa de la entrada anterior)

En la Iglesia y el convento de San Jorge las banderas egipcia y griega ondean juntas. Un llamativo cartel anuncia que la institución recibe ayuda financiera de una organización denominada Hellenic Aid. Después de 2.300 años, los lazos entre Grecia y Egipto tendidos por Alejandro Magno no habían desaparecido tras siglos de revoluciones históricas, culturales y religiosas. El edificio del convento es de sólida piedra y aspecto austero en el que destacan ciertos detalles un tanto llamativos, como una balconada que sobresale de un amplio arco cerrado por lo que parece un iconostasio de piedra. Unas relucientes escalinatas conducen hasta la iglesia ortodoxa, de forma circular y coronada por una gran bóveda rematada por una cruz que reafirma su identidad cristiana en el mar de minaretes que la rodean. El interior, forrado de mármoles, no reviste demasiado interés aparte de su inusual forma circular.

También aquí hay más animación fuera de la iglesia que dentro. Rodeada de un agradable espacio con árboles y bancos y aislada del tráfago circulatorio de la metrópoli, ha trascendido su papel de receptáculo de ceremonias religiosas para convertirse en punto de encuentro social. En este sentido, no se diferencia mucho de las mezquitas, donde la gente acude tanto para relacionarse como para atender a la oración del viernes.

Igual sucede en la Iglesia Colgante o Iglesia de la Escalera. Atravieso un porche flanqueado por modernos mosaicos naif de brillantes colores que representan escenas bíblicas, quizá un recordatorio de la antigua tradición artística bizantina. Entro a continuación en el silencio de un estrecho patio, desde el cual 29 escalones llevan a las puertas de madera que constituyen la entrada de la Iglesia copta, una de las más antiguas de Egipto, construida probablemente en el siglo VII. Muchos de sus tesoros se pueden contemplar hoy en el cercano Museo Copto, incluyendo la primera reliquia encontrada en la parte más vieja de la iglesia –un dintel de madera tallada del siglo V representando la entrada de Jesús en Jerusalén.

En el ajetreado interior, popes y fieles se mezclan tras el servicio que acaba de concluir, grupos
de chicas pasan a las capillas laterales para rezar o se entretienen hablando en voz baja. Enseguida llama la atención un púlpito elevado de mármol del siglo XI. Si se observan de cerca las 13 columnas que soportan dicho púlpito, se verá un símbolo habitual en las iglesias coptas: una es negra, representando a Judas, otra gris para el inseguro Tomás y los otros once son blancos, representando a Jesús y los apóstoles más devotos.

Murales y paneles de madera cubren los muros y las velas parpadean en el extremo oriental de la iglesia, donde los altares están dedicados a San Jorge, la Virgen María y San Juan Bautista. Una pequeña puerta de madera de pino finamente trabajada en la nave sur lleva a una pequeña capilla y un baptisterio de granito rojo, la parte más antigua de la iglesia. Una pintura de la Virgen cerca de la entrada te observa caminar, sus ojos siempre siguiendo a sus fieles devotos.

Paso un par de horas recorriendo las calles empedradas, flanqueadas por los muros de iglesias y conventos. Algunos callejones han sido tomados por vendedores de estampas de santos y beatos, que con sus hábitos negros y sus austeras miradas, no inspiran sentimiento bondadoso alguno. A su lado cuelgan láminas con reproducciones kitsch de motivos milenarios, como la Virgen y el Niño o el Cristo Redentor.

Paso a continuación a visitar el Museo Copto. En la entrada aún se pueden ver las rampas de acceso al antiguo cuartel fortificado de la guarnición romana. La presencia militar romana en Egipto constaba de tres legiones. Una estaba estacionada en Alejandría, otra en Tebas y una tercera tenía su cuartel general fortificado en Babilonia (no confundir con la ciudad de Mesopotamia), en el actual Cairo, justo donde yo me encuentro. El acceso al museo está fuertemente controlado por la policía, otra señal de que no todo va bien en la convivencia de los egipcios.

Un amplio patio precede a un edificio en el que se custodia una considerable colección de piezas de enorme valor que atestiguan la historia del cristianismo egipcio, uno de los más antiguos del mundo.

La importancia de Egipto en el desarrollo del cristianismo a menudo se infravalora -cuando no se
ignora directamente- por parte de los propios cristianos. Egipto fue uno de los primeros y más fértiles campos para la conversión y la fundación de instituciones de esa religión. La mayor parte de la ortodoxia cristiana fue fijada en Egipto, en sus escuelas de catequesis en Alejandría, y en las amargas disputas teológicas como las de san Atanasio y Arrio sobre la naturaleza de Cristo, o entre Cirilo y Nestorio sobre la naturaleza de María. El Credo de Nicea (que reza “Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios,…”) fue compuesto por religiosos egipcios. El Nuevo Testamento en su forma canónica fue por primera vez compilado en Egipto. Lejos de ser una filial exótica y aislada, Egipto fue una incubadora primero, y un pilar luego, de la Iglesia Cristiana.

Aunque Egipto sería posteriormente tierra musulmana, una fuerte minoría cristiana ha pervivido hasta hoy y forma parte integral de la vida egipcia. La tradición y experiencia coptas forman parte de las bases de la conciencia nacional. Las palabras “copto” y “Egipto” provienen ambas del antiguo Hikaptah (“Casa del Espíritu de Ptah”) egipcio a través del griego Aigyptos. Durante los primeros siglos del Islam, los árabes se referían a Egipto como Dar al-Qibt, “la morada de los coptos”.

De acuerdo con una tradición muy querida por los cristianos egipcios –aunque puesta en tela de juicio por los historiadores- el cristianismo fue traído a Egipto durante el reinado del emperador romano Nerón por San Marcos, quien fue martirizado en Alejandría. De hecho, poco se sabe sobre el desarrollo del cristianismo en Egipto durante los primeros tres siglos de nuestra era, pero su mensaje obviamente fructificó en la fértil tierra del valle del Nilo, penetrando primero en las ciudades gracias a las comunidades judías que en ellas residían, e irradiándose luego al campo. Para cuando el cristianismo comenzó a despuntar en la Historia, a finales del siglo III, ya era una religión dinámica, una fuerza creciente en Egipto. Una vez más, la afirmación de Herodoto de que los egipcios eran el pueblo más religioso de la Tierra, parece que se cumplía.

Las condiciones en el Egipto romano tardío eran favorables a la extensión de una nueva religión como el cristianismo. Las turbulencias del siglo III habían afectado mucho a un pueblo, los egipcios, que valoraba tanto el orden. Justo cuando los gobiernos fracasaban a la hora de atender las necesidades materiales de la sociedad, también lo hacían, en el ámbito espiritual, los sistemas religiosos existentes. ¿Hacia dónde se iban a dirigir en un mundo que se había convertido en un torbellino impredecible?

Las élites podían encontrar consuelo en las religiones mistéricas que proliferaron durante la Antigüedad tardía: los cultos a Isis, Mitra y otros, presentes no sólo en Egipto, sino en todo el Imperio. El atractivo de estas religiones era que afirmaban revelar el significado oculto que yacía tras las cambiantes apariencias de la vida. Aquellos con educación también tenían a su alcance el Neoplatonismo, que floreció en Alejandría, con su mezcla de filosofía, misticismo e incluso magia. A través de la magia uno podía vivir la ilusión de tener el control, doctrina que un filósofo neoplatónico expresó como “Yo no voy a los dioses. Los dioses vienen a mí”.

Otro fenómeno religioso, el Gnosticismo, ofrecía una experiencia directa de Dios a través del conocimiento (gnosis) de Él. De acuerdo con los gnósticos, el yo humano era una chispa del mundo espiritual atrapado en un cuerpo material que podía ser trascendido. El descubrimiento de una biblioteca gnóstica del siglo IV en Nag Hammadi en 1945, un hallazgo de la importancia de los manuscritos del Mar Muerto de Palestina, ha proporcionado un nuevo punto de vista no sólo del gnosticismo sino también del cristianismo primitivo.

El Maniqueísmo, una religión procedente del Imperio Persa, llegó a Egipto antes del final del siglo
III y encontró muchos seguidores, la mayor parte en el Medio y Alto Egipto. Los maniqueos creían en una dualidad subyacente, una lucha permanente entre las fuerzas opuestas del bien y el mal, una visión del universo que tenía sentido en los problemáticos tiempos del final del Imperio Romano. El hermetismo les ayudaba a conformar un espíritu de grupo alrededor de unos conocimientos y verdades eternas que creían dimanar de la más remota antigüedad. Los horóscopos, antes una rareza en Egipto, se hicieron populares durante los primeros siglos de la era cristiana al haber tanta gente inquieta y ansiosa por echar un vistazo al incierto futuro.

Todas estas fuerzas y creencias dejaron su huella en Egipto, pero la religión que echó raíces y dominó la tierra del Nilo durante varios siglos fue el cristianismo. Éste también ofrecía consuelo durante las crisis: a los que sufrían les regalaba el amor de Dios y la promesa de la justicia final y la recompensa de una vida eterna, tan importante ésta en la tradición egipcia. Pero los beneficios del cristianismo eran prácticos además de espirituales: un sentido de camaradería, de pertenencia a un grupo con un fuerte sentido identitario, una red de apoyo en tiempos difíciles y camaradas en los que podías confiar a la hora de llevar a cabo los ritos funerarios adecuados cuando llegara el momento (algo que también tenía excepcional importancia para los egipcios).

A medida que los impuestos, las exigencias oficiales y la conscripción se hicieron más y más opresivos, un creciente número de egipcios dejaba sus hogares y aldeas para encontrar refugio en las incontables tumbas y cavernas que horadaban las colinas del valle del Nilo. Huir de las vicisitudes de este mundo estaba sólo a un paso de contemplar los beneficios del siguiente. Esta fue la génesis del movimiento anacoreta, una de las muchas contribuciones que Egipto hizo al desarrollo del cristianismo.

(Continúa en la entrada siguiente)

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