span.fullpost {display:none;} span.fullpost {display:inline;} DE VIAJES, TESOROS Y AVENTURAS: El tren de bambú - Raíles en peligro de extinción

martes, 7 de agosto de 2012

El tren de bambú - Raíles en peligro de extinción




La red férrea de Camboya es, como la vieja red de carreteras, una de las más famosas de Asia; y no por la calidad de las infraestructuras, el lujo de sus trenes o la puntualidad en el servicio. Más bien todo lo contrario. De hecho, no existe el servicio de pasajeros como tal. Desde luego, si uno queda poseído por un espíritu aventurero especialmente masoquista quizá pueda conseguir un rincón en el vagón de un tren de mercancías. Eso sí, no debe olvidar que los trenes viajan a una velocidad media de 20 km/h, que se tardan más de doce horas en cubrir distancias de 300 km, que los puentes no siempre están en buen estado y suele haber tantos baches como en las carreteras a causa de las deformidades que el tiempo, el clima y la falta de mantenimiento han impuesto sobre las vías. Y, claro, siempre está la posibilidad, bastante frecuente, de que el tren descarrile, circunstancia más molesta que peligrosa debido a la escasa velocidad a la que los maquinistas se ven obligados a circular.

La red está en vías -nunca mejor dicho- de ser revisada de cara a su futura conexión con el Ferrocarril Transasiático, que el día de mañana conectará Singapur con China –su puesta en marcha llevará unos cuantos años y en estos lares nunca es sabio establecer las fechas con precisión-. Mientras tanto, la red ferroviaria camboyana consiste en 654 km de vías estrechas de un sentido, en algunos casos construida en la Segunda Guerra Mundial y, me atrevería a decir, sin haber disfrutado de mantenimiento desde entonces.

La guerra civil, que abarcó gran parte de las décadas de 1980 y 1990, impuso al sistema ferroviario camboyano unas características particulares. Todos los trenes se equiparon con un vagón fortificado con cubierta de estaño provisto de una enorme metralleta y numerosos orificios para armas en sus laterales. Además, los dos primeros vagones llanos del tren funcionaban como limpiadores de minas. El trayecto en el primer vagón era gratuito y en el segundo se pagaba la mitad de precio; a pesar de los riesgos, estas opciones eran extremadamente populares entre los vietnamitas –cuyo ejército, por aquel entonces, estaba al cargo del gobierno del país tras haber expulsado a los jemeres rojos.

Pero nuestro objetivo no era martirizarnos con la experiencia de un vagón de mercancías a paso de tortuga, sino montar en el conocido como “tren de bambú”, un invento local compuesto por una estructura de madera de 3 m, cubierta con listones de un bambú ligerísimo, que descansa sobre dos vagonetas que parecen barras. La trasera va conectada por correas a un motor de gasolina de 6 CV. Solo queda ponerle encima 10 o 15 personas, o hasta tres toneladas de arroz, arrancar con la manivela y circular a una velocidad de 15 km/h.

La genialidad del sistema es que ofrece una solución brillante al problema inevitable que puede darse en una línea de una sola vía: qué hacer cuando se encuentran dos trenes en sentidos opuestos. En el caso de los trenes de bambú, la respuesta es sencilla: uno de los convoyes se desmonta rápidamente y se coloca en el suelo junto a las vías para que pueda pasar el otro. La norma es que tiene que ceder la prioridad el tren con menos pasajeros, aunque las motocicletas hacen valer sus privilegios, por lo que si el viajero lleva una (o tiene una convincente moto hinchable de señuelo) recibirá trato VIP.

Uno puede preguntarse qué ocurre cuando un tren de bambú se encuentra con un tren convencional que va embalado. En primer lugar, los trenes camboyanos, como hemos dicho, no circulan a gran velocidad, sino que más bien se arrastran. En segundo lugar, los conductores de trenes de bambú saben el horario de los trenes ordinarios. Y en tercer lugar, los trenes convencionales se oyen a gran distancia cuando pitan, lo que da tiempo más que de sobra para bajarse y desmontarlo todo.

Alquilar un tren privado de bambú de O Dambong a O Sra Lav cuesta tan sólo 8 dólares y no sólo supone recorrer uno de los trayectos de ferrocarril más clásicos de todos los tiempos, sino que constituye toda una diversión. Desde O Dambong, en la orilla este, 3,7 km al sur del antiguo puente de piedra de Battambang, el tren va al sureste hacia O Sra Lav, durante media hora de chasquidos y tumbos por raíles combados y desaliñados y puentes que producen vértigo construidos por los franceses. La velocidad que alcanzan es notable (unos 40 km/h), sensación que se ve aumentada por el hecho de circular muy cerca del suelo y por vías literalmente invadidas por la selva, hasta el punto de que ya no se distinguen bajo la vegetación. En más de una ocasión hubimos de agachar la cabeza o cubrirnos la cara para protegernos de alguna rama traicionera o las hojas de una gran planta con medio cuerpo en la vía.

En el recorrido de vuelta comenzó a llover. Yo había tenido la precaución -siempre aconsejable en los trópicos- de llevar conmigo mi impermeable, y conseguí salir del trance relativamente bien; algunos de mis compañeros, sin embargo, terminaron el recorrido como si se hubieran lanzado a una piscina. Y es que no sólo no había protección alguna contra los elementos en aquella plataforma sólo tapizada por una esterilla trenzada con corteza de banano, sino que con la lluvia, las vías se volvían más resbaladizas y, dado el lamentable estado de las mismas, el riesgo de descarrilamiento aumentaba. Así que era necesario disminuir la marcha, prolongando el tiempo de viaje y, por tanto, la exposición al diluvio.

Nuestro “maquinista”, Batak, nos contó que está previsto eliminar el tren de bambú. Si al final es sustituido por un tren en condiciones, aunque no sea en absoluto lujoso, los camboyanos no echarán de menos al tren de bambú. Lo que para unos, los turistas, es exotismo y diversión, para otros, los que conviven con él, es subdesarrollo y molestias. Sin embargo, mientras llega ese momento, no está de más experimentar algo quizá único en el mundo y que a no mucho tardar no será más que una imagen en las fotos de los viajeros y un recuerdo en sus memorias.

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