viernes, 31 de agosto de 2012
Lago Tonle Sap - el corazón líquido de Camboya
Los 1.900 km de aguas navegables de Camboya siguen constituyendo un elemento clave en el sistema de transporte del país, especialmente si se tiene en cuenta el estado en el que se encuentran la mayor parte de las carreteras y vías férreas. Nuestra intención es llegar a Siem Riap desde Battambang y de las dos opciones posibles (interminables horas en un traqueteante y caluroso autobús o un recorrido fluvial), elegimos sin dudar la acuática.
A las siete de la mañana abordamos la embarcación que efectúa el recorrido expreso en tan sólo cinco horas. Su capacidad teórica suele ser de unas treinta personas y aunque normalmente se rebasan con creces, aquel día tengo suerte y mis únicos compañeros de viaje aparte de los dos miembros de la tripulación resultan ser un oficial del ejército, una señora de mediana edad cargada hasta lo imposible de sacos y bolsas de lo más heterogéneo, tres turistas franceses y cuatro camboyanos.
El patrón y su ayudante colocan la impedimenta en el techo de la motora, encienden con un leve petardeo el motor, desatracan la embarcación y nos ponemos en marcha. Inmediatamente trepo hasta el techo para disfrutar del panorama que brinda uno de los recorridos en barco más espectaculares del continente asiático.
La embarcación comienza recorriendo estrechas vías fluviales, roza los árboles de las orillas y nos permite echar un vistazo cercano a la vida cotidiana de los camboyanos más humildes. La gente se lava en las achocolatadas aguas o hace la colada, repara las redes de pesca o atiende los fuegos siempre encendidos sobre los que se cuece el arroz. Los niños chapotean entre el barro, las mujeres venden plátanos y hortalizas, los pescadores remiendan las redes o colocan sus capturas en cestos de mimbre. Casi todas las viviendas son chamizos paupérrimos hechos con madera y paja de cuyas ventanas asoman las cabezas de niños que nos gritan excitados agitando sus manos en gesto de saludo. Merodeando entre la espesura, pastando entre la jugosa hierba, se mueven escuálidas vacas blancas: aquí no se utilizan como fuente de leche sino como animales de trabajo en los cultivos. Allí asoma el esbelto minarete blanco de una mezquita; algo más allá, las estilizadas formas de madera policromada que anuncian la presencia de un templo budista.
Si exceptuamos los motores fueraborda de unos cuantos sampans el paisaje podría ser muy similar al de hace siglos, con multitud de sencillas canoas de madera con gastados motores diesel, con bordas tan bajas que a menudo sus usuarios han de achicar agua con botellas de plástico cortadas por la mitad o viejos cazos. Para ahorrar combustible, utilizan los motores tan solo para desplazamientos largos, siendo lo normal que se impulsen y maniobren sirviéndose de rudimentarios remos.
A bordo de las primitivas embarcaciones, niños desnudos solos, mujeres con sus cabezas protegidas por amplios tocados, madres que cuidan a sus retoños de corta edad mientras tienden sus redes haciéndolas flotar con boyas improvisadas hechas a partir de botellas de pvc vacías, forman un laberinto por el que nuestro barco ha de abrirse paso causando no poco trastorno y obligando a los pescadores a sujetarse a sus botes para no caer al agua al ser zarandeados por nuestra estela. Desde nuestra privilegiada atalaya observamos y somos observados por los habitantes de estas tierras aparentemente paradisíacas y generosas, pero cuyos caprichos meteorológicos pueden ser igualmente crueles y destructores.
El rio va ensanchándose hasta desembocar en el lago Tonle Sap, el órgano vital del país junto con el río del mismo nombre y el Mekong. Se trata del mayor lago de agua dulce del Sudeste Asiático, un maravilloso fenómeno natural que proporciona pescado y agua de riego a la mitad de la población de Camboya.
El lago está conectado al sistema hídrico presidido por el Mekong, que discurre de norte a sur del país, entrando por el norte desde Laos y atravesando una amplia llanura aluvial antes de abandonar Camboya por la frontera suroccidental con Vietnam. Es la vía fluvial más larga del sudeste asiático y uno de los ríos de mayor recorrido del mundo. Varios de sus tributarios son, a su vez, ríos importantes.
Los geólogos creen que el lago Tonle Sap se formó debido al impacto de un gran meteorito hace 770.000 años, creando un gran cráter de 100 km de diámetro. En este gran agujero se vertían varios ríos cuyo nacimiento se localizaba en las colinas circundantes. Al llenarse de agua, el cráter se convirtió en un lago, el corazón de Camboya.
El lago se une al río Mekong en Phnom Penh mediante un canal de 100 km de longitud conocido también como Tonle Sap ("tonle" significa “río”). De mediados de mayo a principios de octubre (la estación húmeda), el nivel del Mekong sube rápidamente debido a las lluvias del monzón y la fundición de hielo en los Himalayas, haciendo que el río Tonlé Sap retroceda y fluya hacia el noroeste, entrando así en el lago Tonlé Sap. Durante esta época, el lago aumenta su superficie de 2.500 km2 a 10.000 km2 o más, y su profundidad máxima pasa de unos 2,2 metros a más de 10 metros. A principios de octubre, cuando el nivel de agua del Mekong empieza a descender, el curso del río Tonlé Sap cambia de sentido, vaciando el lago y devolviendo las aguas al Mekong.
Este extraordinario proceso no sólo fertiliza enormes superficies agrícolas, sino que lo convierte en una de las fuentes de pescado de agua dulce más ricas del mundo, ya que los bosques inundados constituyen unos fértiles lugares de desove. Los expertos creen que las migraciones de peces desde el lago ayudan a repoblar las pesquerías en lugares tan septentrionales como China. De la industria pesquera vive un millón de personas en Camboya y la captura de un solo pescador en el lago es de una media de entre 100 kg y 200 kg al día en la estación seca. De aquí proviene nada menos que el 60% de la pesca del país, una cifra aún más espectacular si tenemos en cuenta que Camboya cuenta con una generosa salida al mar y varios puertos pesqueros. De acuerdo con el tonelaje de capturas por kilómetro cuadrado, es el lago más rico del mundo en cuanto a pesca
Este ecosistema único ha contribuido a que se otorgara al Tonle Sap la categoría de biosfera protegida, pero quizá eso no baste para protegerlo de las presas que se construyen río arriba y de la deforestación desenfrenada, amenazas que siempre van de la mano. Las presas, incluido el embalse de Sambor, cerca de Kratie, y el de Si Phan Done, en el sur de Laos, deparan consecuencias inciertas para las pautas que seguirá la corriente del Mekong, así como para los hábitos migratorios de los peces. La tala ilegal desprende la capa superior del suelo en las tierras altas de Camboya y el cieno es arrastrado por los ríos del país hasta el lago. Las zonas de agua menos profunda podrían a su vez comenzar a encenagarse, lo que acarrearía consecuencias desastrosas, no sólo para Camboya, sino también para el vecino Vietnam. Es de esperar que se tomen medidas para proteger de daños posteriores a esta maravilla natural única, pero si la población camboyana sigue creciendo a un ritmo de 300.000 habitantes al año, no habrá protección que valga.
Las tranquilas aguas del lago se convierten en un espejo perfecto en el que cielo y tierra se confunden en un espejismo ondulante. Los nenúfares y la espesa alfombra de vegetación flotante -en realidad una plaga que obstaculiza la penetración de los rayos de sol y succiona el oxígeno del agua en detrimento de los peces- se combinan con el verde de las copas de los árboles que sobresalen de entre las grisáceas aguas como si fueran icebergs. A algunas de ellas se amarran embarcaciones, auténticas casas flotantes que albergan a familias enteras que han hecho del lago su modo de vida. La pesca no solo les proporciona alimento, sino que les ofrece un artículo con el que comerciar y conseguir otros productos.
A primera vista, el lago y sus barcas-vivienda parece una postal extraída de tiempos ancestrales. Un examen más detallado capta la antena parabólica que asoma del tejadillo de mimbre. Ni siquiera este alejado lugar, donde el mundo parece detenerse, deja de estar tocado por los tentáculos globalizadores que están cambiando el planeta.
La espesa alfombra de vegetación flotante llega en algunos tramos a convertirse en un inmóvil tapiz que se diría adherido a una superficie sólida. El barco ha de cortar con la quilla este césped acuático o bien seguir canales abiertos por otras embarcaciones y que quizá al día siguiente hayan desaparecido engullidos por la móvil capa de vegetación. Uno de los tripulantes de pie sobre la proa vigila e indica a su compañero del timón la dirección a seguir. Cada cierto tiempo, nos encontrábamos con otros navegantes que venían de frente y debíamos maniobrar con cuidado dentro del estrecho canal como si de una angosta carretera se tratara.
Nuestro recorrido nos llevó también hasta una de las aldeas levantadas sobre plataformas flotantes -mantenidas en la superficie a base de barriles de gasoil vacíos- en mitad del lago. Según su proximidad a la orilla, las casas pueden estar levantadas sobre pilotes, pero cuentan con paneles que se desplazan hacia arriba o hacia abajo dependiendo de la estación del año: en la estación húmeda sólo se utiliza la parte superior de la vivienda y en la estación seca la inferior.
Sus habitantes son criaturas acuáticas cuya vida cotidiana parece asemejarse poco a la nuestra. No hay calles y para salir de casa es necesario una barca. Los vendedores se desplazan en canoa, entregando sus mercancías con ayuda de una cesta atada a una cuerda. Los niños de corta edad reman hasta la escuela y su único lazo físico con el exterior lo constituye el ferry que todos los días llega hasta aquí con provisiones y artículos del mundo exterior que se halla al otro lado de las aguas. Una chica se acercó en su barca para recoger su correo: una revista de moda juvenil que parecía fuera de lugar en un sitio semejante, pero que la muchacha recibió con una sonrisa de manos del tripulante, remando tan satisfecha con la publicación en su regazo de vuelta a su casa.
Cada vez es más difícil encontrar comunidades real y efectivamente aisladas del resto del mundo. Ni siquiera aquí, por mucho que nos pueda parecer otro planeta, estas gentes son ajenas a lo que ocurre a su alrededor. Antenas parabólicas, teléfonos móviles, aparatos de radio, ... pero sí es cierto que viven de forma mucho más independiente, autosuficiente y todavía en contacto con una naturaleza que se ha convertido en algo desconocido y ajeno para miles de millones de urbanitas de todo el planeta. Los habitantes de este lugar se han adaptado a su medio en un proceso que ha durado muchísimas generaciones, hasta llegar a un equilibrio entre el medio ambiente y sus necesidades. Lo que menos necesitan son nuevas carreteras y presas de costes millonarios, los objetivos favoritos de muchos donantes internacionales por los beneficios que obtienen las empresas que se hacen cargo de tales proyectos. Esos costes deberían emplearse en sanidad y educación, y en limpiar las zonas que permanecen plagadas de minas anti-persona como consecuencia de sus guerras y que aún son un grave problema para el país.
Pero no nos engañemos. Las condiciones de vida son difíciles: hay poco espacio y la humedad es elevada -con todo, consiguen criar cerdos y aves-. Lo que para nosotros es un lugar exótico digno de ser fotografiado, para sus habitantes es una molestia. Estar bien adaptado no significa que se renuncie a mejorar. La periódica subida y bajada de las aguas supone un trastorno por mucho que sepan cómo hacerle frente. Así que el gobierno camboyano está actualmente recolocando a estas gentes en poblados en tierra firme desde donde puedan seguir dedicándose a su actividad pesquera.
El horizonte ha dejado de ser una línea definida, y el cielo se va cubriendo con amenazadoras nubes que anuncian tormenta. Conseguimos escapar del chaparrón. En otra de las extensas aldeas que toca el ferry, desembarca la mujer de las mil bolsas; se trata seguramente de la dueña de alguna tienda/palafito. A cambio, embarcamos un cubo de agua con un montón de serpientes metidas en una red, destinadas probablemente a convertirse en licor local. Un poco más allá, el motor temblequea, tose y luego enmudece. El embrague, consistente en unas endebles cadenas amarradas con correas, se ha soltado y dejado el bote a la deriva. Flotamos un rato sin rumbo, a trescientos metros de la aldea, mientras el ayudante del conductor se encoge bajo cubierta bregando con el motor. Tras varios intentos y salidas en falso, el barco resucita a regañadientes y continuamos camino hasta el ya cercano Siem Reap, donde nos espera el tráfago turístico propio de una ciudad en rápido crecimiento situada junto a una atracción de primer orden: Angkor.
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2 comentarios:
Desde luego, navegando por Tonle Sap es una manera perfecta para descubrir Camboya y Laos.
Muy buenooo!!!!!
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