span.fullpost {display:none;} span.fullpost {display:inline;} DE VIAJES, TESOROS Y AVENTURAS: Yapahuwa - Fragmentos de una monarquía de leyenda

jueves, 23 de junio de 2011

Yapahuwa - Fragmentos de una monarquía de leyenda


La historia precolonial de Sri Lanka que ha llegado hasta nosotros es un colorista tapiz de mitos, cuentos, leyendas y fantasías nacionalistas que se entrecruzan con la realidad en una trama de la que resulta difícil separar la verdad de la quimera. Los nombres y hechos de su historia lejana, auténticos o legendarios, fueron compilados en el siglo V a.C. por monjes budistas en el llamado Mahavamsa o "Gran Historia": tablas hechas de hojas de palma que, como el Antiguo Testamento judeocristiano, forman una crónica de antiguos reyes tejida con el hilo argumental del Pueblo Elegido guiado por la Verdadera Fe. En este caso, los héroes eran los cingaleses –que hoy constituyen el 70% de la población de la isla- y esta especie de memoria nacional fue –y continúa siendo- un modo de afirmar su ancestral conexión con esta tierra. Al igual que el Antiguo Testamento, estos anales fueron redactados como una especie de propaganda nacionalista en tiempos en los que la antigua capital, -Anuradhapura-, se veía amenazada por el avance de ejércitos extranjeros -provenientes del sur de la India-.

Sri Lanka aparece en las leyendas hindúes con un estatus similar al de Troya en la Ilíada homérica. En el poema épico Ramayana, el héroe Rama viaja a la isla para vengar el secuestro de su amada esposa Sita por un rey demonio de diez cabezas y veinte brazos llamado Lanka. En su misión, Rama recibe la ayuda de su hermano, Lakshmana, y un ejército de monos dirigidos por el dios Hanuman, que todavía hoy es adorado en su calidad de protector de los valores de la lealtad y la ayuda desinteresada. Su aventura le llevó a enfrentarse con los guardianes demoniacos, los rakshasas, y vencer a su rey, Ravana. Es una historia llena de superhéroes de época que pueden mutar su forma o volar. Es posible que la historia narrada en el Ramayana tenga alguna base remota de verdad puesto que la historia de Sri Lanka siempre ha estado muy unida a la del sur de la India. Numerosas invasiones han penetrado desde esa dirección y quizá alguna de ellas sirvió de inspiración para crear la historia del héroe hindú.

El origen de la monarquía cingalesa es un cuento que comienza, por extraño y embarazoso que pueda parecer, con la unión entre un león y una princesa. Desde aquí, la historia va incorporando una incómoda colección de incestos, personajes de moralidad dudosa, brujas, demonios, traiciones, intrigas y muertes violentas. Los historiadores pueden sacar poco en claro de este cuento, pero sí se sabe que la existencia de los prósperos imperios y reinos que gobernaron Sri Lanka fue posible gracias a su dominio del agua. El almacenamiento del agua de lluvia durante la época húmeda en enormes estanques y su canalización de tal manera que los campos de arroz pudieran ser regados durante todo el año, incluida la abrasadora época seca, requerían un ambicioso proyecto de obras públicas y una burocracia especializada, esto es, un gobierno con un alto grado de centralización que se financiara mediante impuestos. Sri Lanka vivió entonces un boom económico: producía piedras preciosas, excedentes de arroz, elefantes de primera clase y especias de calidad igual o superior a las de la India. Había nacido un imperio.

Ese imperio registró una historia larga y tumultuosa, repleta de batallas, invasiones, intriga, riquezas y tesoros, capitales magníficas y acontecimientos dignos de figurar en una novela de
fantasía. Hacia una de las antiguas capitales nos dirigíamos aquella tarde en nuestro camino al norte. Las carreteras aparecían repletas de tuk tuks, camiones, peatones, serpientes y lagartos que cruzaban la calzada, perros sentados en mitad del asfalto y que se incorporaban lentamente y de mala gana para dejarnos pasar, vacas de mirada estúpida que no parecían sentir el menor temor ante los vehículos que pasaban rozándolas... Y todo rodeado de un verde intenso, lujurioso, agresivo. A veces, los árboles entrecruzaban sus ramas y la carretera se transformaba en un túnel verde oscuro. Campos de arroz, tamarindos, banianos, palmeras, árboles del mango, helechos y enormes plantas flanqueaban el camino.

Comenzó a llover intermitentemente pero de forma intensa cuando llegamos a Yapahuwa,
antigua y breve capital de la monarquía medieval cingalesa. A primera vista, no parece haber quedado mucho. Las ruinas se han fundido con la naturaleza y la topografía local para conformar una imagen propia de película de aventuras: la jungla rodea una fenomenal roca de granito de 91 metros de altura a la que se aferran los restos del complejo palaciego, bloques de piedra grisácea cubiertos por una pátina de musgos y líquenes.

Cuando en 1272 llegó aquí el rey Bhuvenakabahu, eran tiempos difíciles para el reino. Las invasiones dravídicas provenientes del sur de la India volvían a amenazar la supervivencia de la monarquía y las tradiciones de su pueblo. El monarca se vio obligado a abandonar la entonces capital, Polonnaruwa, para trasladar la corte a esta fortaleza protegida por la gran roca, llevando consigo la reliquia más sagrada del budismo, el diente de Buda.

La doble misión de este edificio, como palacio y como alcázar, se puede deducir de los restos que han pervivido hasta hoy. En la base aún se pueden observar fosos y rampas. Más arriba, secciones de las murallas se combinan con una larga escalinata ornamental, el elemento más llamativo, que da acceso al cuerpo principal del palacio. Mientras ascendemos por los empinados y resbaladizos peldaños observo los frisos de músicos y bailarines; me doy cuenta de que, al tiempo que decoración, la propia escalera está integrada en el sistema defensivo del bastión. Efectivamente, los peldaños sólo se pueden subir y bajar de lado, no de frente, debido a su estrechez e inclinación. Cualquier intento de abordarlos corriendo estaba destinado al desastre. Los defensores, situados en lo alto, gozaban así de una evidente ventaja.

La fortaleza, no obstante, no pudo proteger la sagrada reliquia de Buda. Cuando el rey murió en 1284, los invasores indios, atacaron la fortaleza, capturaron el diente y se lo llevaron a su tierra, en el sur del subcontinente. Yapahuwa no pudo sobrevivir a semejante revés y fue abandonada; nunca más volvió a ser mencionada en los anales históricos. Inició entonces una nueva vida como refugio de monjes y eremitas budistas. Se instalaron en cuevas en la base de la roca, que decoraron con inscripciones, construyeron una estupa y plantaron un árbol de Bodhi. El abandono definitivo vendría cuando los portugueses llegaron hasta aquí en el siglo XVI y demolieron lo que quedaba del palacio, dejando sólo las ruinas que hoy contemplamos.

En la cima nos reciben los restos de una gran puerta flanqueada por gruesos muros y dos ventanas exquisitamente decoradas. Era aquí donde se hallaban las estancias donde la reliquia era custodiada. Hoy son solo piedras por entre las que juegan y nos observan los macacos de pelaje anaranjado que se mueven con rapidez por las ruinas. No les asustan las abiertas fauces del peculiar león de piedra que, subido sobre un pedestal, remata la escalinata. Su estilo recuerda poderosamente los tradicionales leones chinos que con sus poderes protectores ejercían de centinelas a la entrada de palacios imperiales, tumbas y templos. No es una ilusión o una mera asociación de ideas. Aunque resulte difícil de imaginar, los hallazgos arqueológicos realizados apuntan a que este lugar hoy olvidado y aislado, rodeado de jungla, tuvo en su día relaciones comerciales y probablemente diplomáticas con la lejana China. De alguna forma, el comercio encontró su reflejo en el arte.

La mirada del león se pierde en el horizonte, melancólica. Su compañero -los leones guardianes
siempre se colocaban por parejas- hace siglos que desapareció. Una bruma blanquecina se eleva desde el verde bosque tropical que se extiende como un mar alrededor de nosotros, una imagen robada de un relato del Libro de la Selva: jungla, monos, ruinas perdidas... De los doce años que Yapahuwa fue capital de un orgulloso reino, ahora no quedan más que simples y pequeños fragmentos pétreos de su historia, detalles cuyo contexto apenas es discernible y cuya información completa se ha perdido para siempre. Dejé de intentar comprender lo que sugerían y preferí disfrutar de su color, de su textura, del sonido de la lluvia golpeando las hojas de los árboles y el apagado rumor de los monos deslizándose por entre lo que ahora se ha convertido en su reino.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, me gusta lo que escribes, nosotros estamos pensando en ir Sri lanka en octubre unos 18 días aprox. Nos podrías dar algunos consejos sobre transporte público, comidas, seguridad y lugares más importantes. Somos de viajar mucho a nuestro aire con mochila por la comodidad de no llevar maletas, pero queremos una calidad correcta en los alojamientos, limpio, baño dentro y comodo, nada lujoso pero correcto. Somos también de observar y compartir la cultura y los paisajes, queremos hacer un tour tranquio para disfrutar y algún lugar de playa bonito y agradable al final del viaje para descansar.
Fuistes con Sri Lanka airlines??, si es afirmativo qué tal te fué??
Muchas gracias y un saludito

pilar

manuel dijo...

Hola Pilar. Estuve hace algunos años, así que la situación es probable que haya cambiado -para mejor, puesto que la guerra con los tamiles finalizó-. Para la información sobre alojamiento, sinceramente creo que lo mejor es remitirte al foro de Lonelyplanet.com, en donde puedes encontrar muchísima información y preguntar. Yo dormí en todo tipo de alojamientos, desde hoteles de lujo en Kandy hasta tiendas de campaña, pasando por antiguas plantaciones de te en las montañas, chozas en la selva y hotelitos familiares. No deberíais tener problema para encontrar alojamientos. Recomiendo el hotel Giritale, un lodge precioso, tranquilo y algo aislado en el parque nacional de Minneriya.

El transporte público es otra cuestión, suele ser lento, simple e inseguro -vimos varios autobuses chafados-. Mirad la posibilidad de contratar un coche con chófer -en la India sale muy bien de precio, no estoy seguro en Sri Lanka.

En cuanto a la línea aérea, volé con las checas, que hacían parada en Dubai -quizá ahora la hagan en Qatar-. La comida en Sri Lanka, un tanto limitada (curry, curry y curry a todas horas, pero en fin...). En cuanto a los sitios, tienes algunos en este mismo blog para hacerte una idea. Además, recomiendo las cuevas de Dambulla, la primera capital del reino Anuradhapura -coged bicicletas para recorrer el recinto, es lo mejor-; el tren de montaña que sale de Kandy hasta Ella, un recorrido espectacular además de poder hacer amistad con la gente local; una caminata por el parque nacional de Horton Plains hasta World´s End -llegar no muy tarde y quedarse hasta que empieza el fantástico espectáculo de las nubes entrando en el valle, a vuestros pies-; no dejeis de visitar una plantación de especias -podeis aprender mucho si el guía es bueno- y un masaje ayurveda. Al final del viaje, viene fenomenal unos días de descanso en las playas de la costa oeste -yo estuve en Ngombo-, donde por un precio razonable se puede disfrutar de un buen hotel a pie de playa -las playas estaban entonces vacías, el agua templada y la arena fina-.

Espero que todo este rollo te de alguna idea... un saludo